"SILENCIO"
Si nos piden imaginar “el silencio”; una de nuestras primeras ideas, talvez sea la simpática enfermera de las puertas de los consultorios, con el índice derecho rozando sus labios, o el compás de un piano clásico tocando “el sonido del silencio”, en ultima instancia, evocamos un paraje relajante, sin voces humanas por supuesto, pero sí, con un polifónico de aves, y suaves vientos.
Lo cierto es, que por más esfuerzo que hagamos, siempre en nuestro más perfecto silencio, hay una gama de sonidos y en el barullo implacable, también encontramos el vestigio de un persistente mutismo.
Con el tiempo, vamos aprendido que hay lugares y situaciones en las que “cerrar la boca” es la mejor, o la única opción posible. Muchas de estas son impuestas desde la niñez por nuestros padres, como sinónimo de respeto o supuesta reflexión, o también aprendidas casualmente en situaciones por demás bochornosas.
Muchos de nosotros nos sentimos impotentes, al ver que en los cuarenta y cinco minutos de la misa dominical, los únicos con permiso para hablar abiertamente ; sean – para nuestro gusto - los menos indicados. Mientras libramos una lucha de crueles miradas con nuestro octogenario compañero de asiento, indignado por nuestra susurrante charla.
O lidiar con la crueldad de los bibliotecarios, que insisten en que guardemos silencio ante un inconsolable shakespeare y mantengamos la cordura intelectual mientras seguimos la lectura de “lo mejor de el humor de todos los tiempos”.
Graduados de hablantines empíricos, despreciamos el silencio; hasta el día en que nos toca por la espalda y sin consultar, el entumecimiento de lengua; por susto, por terror, o por “simple” falta de palabras adecuadas.
- ¿qué respondes?
- Ehh, emmm, ¿ah…?
- no es que no sepa que decir, es que quiero tener las palabras perfectas para que me entiendas mejor. . .
tiemblas...
titubeas como jamás pensaste posible, y callas. Escapas de su mirada y sigues pensando sin pensar; cruzando el billón de ideas aglomeradas en tu cabeza, sin hallar un sonoro resultado hasta la siguiente eternidad. Que viene plagada de nadas, y extrañas la protección de tu voz que no termina de volver.
Y cuando por fin consigues musitar una palabra!!! Descubres la cruel repregunta
- ¿qué? No te oí, ¿puedes repetírmelo claramente?
- Solo por hoy, prefiero el silencio.
Walter
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